Bocetos de una sociedad fragmentada

Fotografía tomada del sitio Símboloabierto

Esta vez, las mujeres Tijax reflexionamos sobre algunos aspectos de la realidad que tenemos a nuestro alrededor. Suceden en Guatemala, México o en cualquier otro país del orbe y aunque cambian los modos, tiempos y lugares, arremeten contra nuestras vidas.

Intentamos abordar tres espacios sociales alienados y enajenantes que afectan, impactan y, en suma, enferman a cualquiera que sea sensible y anhele una vida que permita equilibrar recursos materiales y abrir hendiduras al espíritu creador de las personas reales. Comprendemos que hay ámbitos igual de complejos que provocan otras aberraciones sociales, como los controlados por las religiones, pero a ese no le vamos a entrar.

El caso es que hemos llegado a vivir de manera fraccionada y habitamos un mundo que crea personas trastornadas, al estilo del thriller “Fragmentado”[1]. El protagonista de este film despliega múltiples personalidades, una de las cuales, la final, es una bestia que emerge por haber sido lastimado durante su niñez y adolescencia por otros humanos y busca castigar a aquellos que asocia con sus heridas o representan el abuso. Este personaje es producto de entramados sociales insanos y desquiciados. Observamos que nuestras sociedades están organizadas con base en una ideología de poseer cosas, que incluyen al Otro/A, en donde los cuerpos han sido objetivados: se usan, se desechan, se eliminan. Sea por la producción económica, el uso sociopolítico y otros males que nos subsumen en una estética de la muerte, que tratamos de describir a manera de bocetos.

¿Qué corral nos condiciona?
Fotografía tomada del sitio Fotosde.net

Dependiendo de la clase social a la cual perteneces tu corral laboral puede ser una fábrica, la agroindustria, una maquila, un call center, un cubículo o tu casa, cuando las actividades se realizan por internet (que ahorra gastos a las empresas). En todos estos espacios ha quedado obsoleta la idea de que el trabajo tiene un propósito que trasciende la sobrevivencia. Lo que importa es la fuerza de trabajo –sea física, verbal y/o del intelecto- y lo que hay que asegurar es la ganancia y estabilidad de las empresas, sea cual sea su campo de producción. Hace ya muchos años que también alcanzó a las universidades cuyo producto son los individuos “calificados”, a quienes se les fomenta el sentido de competencia y desde donde se promocionan, cada vez más, carreras técnicas por sobre las humanidades. En alguna “cadena productiva” nos encontramos situados.

A los humanos se nos coloca parados o sentados en un mini-espacio, que funciona como corral, se nos proporcionan algunas herramientas y “a darle”… Nuestra rentabilidad está contabilizada y nuestra capacidad creativa se atrofia, la habilidad se reduce a unir piezas según patrones, modelos, maneras, modos. Así un día tras otro: te levantas, te transportas o te quedas en casa a lidiar con la ecuación tiempo-salario, eres sólo un eslabón de la cadena que produce para el mercado. Cada vez te queda menos vida vivible, el dinero ni te alcanza, necesitas trabajar más. Si eres mujer regresas a trabajar a casa o haces las dos cosas. En realidad, no da tiempo de nada, menos de pensar y estar en la política.

Fotografía tomada del sitio Canarias-semanal.org
Hasta los espacios de ocio están regulados, porque existe una industria del entretenimiento que suele ofrecernos, entre otras cosas, las plazas comerciales de las ciudades o de los pueblos más grandes para hacernos creer que salimos del corral. En estos sitios gastas, te endeudas y, en este círculo de consumo, el dinero vuelve a manos de los dueños del capital. Así que nacer, crecer, acceder o no a la educación, trabajar en tu corral, reproducirte biológicamente y morirte es el ciclo normal e ideal para la vida en estas sociedades.

La lucha por los derechos humanos, sociales y laborales que tienen un recorrido histórico se han criminalizado y las consignas libertarias se usan ahora para reforzar el sistema de dominación que impera. La noción de propiedad privada, que incluye el cuerpo de muchos humanos y animales, sirve para sostener el estilo de vida de determinadas élites que se consideran dueñas del planeta y de lo que en éste habita. Su manera de conceptualizar la forma en que se “debe vivir” es planteada como verdad y defendida con todo tipo de armamento, con el cual también se negocia a diferentes escalas.

La contienda partidista por la tajada del pastel
En los últimos años, los resultados de las elecciones presidenciales y acciones políticas de varios países del mundo han demostrado que se gira a la derecha. Si bien ha llamado la atención de los analistas políticos, todavía no tienen una teoría clara que explique cómo es que pueden llegar a las presidencias personas con discursos machistas, racistas, simplistas, con pocos conocimientos históricos y escasos o ninguno político (véase el caso de Guatemala, México, Estados Unidos).

A la hora de elegir presidente, las personas suelen priorizar las propuestas de quienes les prometen elevar su capacidad adquisitiva, ya no se habla de condiciones de vida que proyecten el bienestar común, lo que ha quedado en una idea abstracta y señalada como caduca y/o populista. Otro de los aspectos que suelen colocarse como prioridad es la “seguridad”, de ahí que las consignas de “mano dura” o “pena de muerte” tengan tanto éxito. En general, las contiendas partidistas se han convertido en campañas publicitarias que promocionan ideas hasta violentas para erradicar la violencia, aunque no tengan ningún contenido real de cambio social.

El proceso de elecciones libres y periódicas dejó de ser un acto que tenga algún sentido para las personas con sensibilidad social. De allí el lema tan relevante “nuestros sueños no caben en sus urnas” que utilizan las juventudes y los grupos de mujeres de muchos países. La democracia representativa está corrompida y desde ahí ha promovido un discurso demagógico que encanta a las mayorías. Ya no se hace política sino seudo-política por no llamarla porquería.

Algunas feministas plantean que si partimos del supuesto de que la vida es vulnerable y precaria; y que esa condición humana básica hay que resolverla en común y en interdependencia, es necesario asumir una responsabilidad colectiva que propicie condiciones para el buen vivir. Pero pareciera que lograrlo es incompatible con el capitalismo. Insisten en que debe buscarse un marco universal de buenos vivires en el que la diversidad no signifique ni desigualdad ni exclusión.

Debemos darnos cuenta que las experiencias más exitosas de Estado (si se le puede llamar así al Estado del bienestar) sólo han tratado de aminorar la tensión capital-vida, producto del capitalismo, que difícilmente puede ser eliminada dentro de ese mismo sistema, menos en estas latitudes en las cuales ha imperado la dominación de clase, género y étnica.

En la economía feminista se plantea que una posibilidad es un Estado que pueda “establecer regulaciones que limiten el libre funcionamiento de los capitales, que redistribuyan lo que los mercados capitalistas distribuyen mal, guiarse por un principio de solidaridad y tender al reconocimiento de derechos universales[2].

La eliminación del ‘Otro/A’: cuerpos desechables
Performance de Abel Azcona. Fotografía tomada del sitio Símboloabierto

Los dos anteriores bocetos parecen conjugarse para hacer de nuestras vidas una jaula adornada con bienes materiales, presentados como indispensables que terminan por enfermarnos, sea por el exceso o por la carencia. Sin embargo, el mayor impacto está en la utilización y desecho de los propios cuerpos humanos, sea por las guerras provocadas por la ambición de los recursos no renovables y las ansias de poder como el caso de Siria, Irak y otros muchos a lo largo y ancho del planeta; sea por la extracción extrema de la fuerza de trabajo en diversos espacios “productivos”, como el corte de la caña de azúcar, las maquilas y otras muchas formas en las que resalta la explotación; sea por el tráfico de cuerpos humanos para la prostitución, la extracción de órganos vitales, el feminicidio, los asesinatos directos como la incineración de “las niñas de Guatemala”. El caso es que hay “cuerpos que importan” y “cuerpos desechables”. Los conceptos, las categorías sociales se quedan cortas para tan horripilante realidad sintetizada en la noción de la ‘eliminación del Otro/A’ porque no produce o no le sirve al capital.

En entrevista, Gladis Alfaro Rodríguez, del Centro de Investigación y Acción de la Mujer Latinoamericana (CIAM) y de la Red de mujeres Mesoamericanas en resistencia por una vida digna, habla desde su experiencia y refiere que “el capitalismo-patriarcal-neoliberal nos hace parecer a las mujeres pobres como si no aportamos nada, cuando en realidad nos ha empobrecido. Nos toca la peor de las consecuencias, porque lo que importa es la producción y el consumo y se cree que no producimos bienes tangibles, sino que sólo cuidamos hijos, vida y eso para el neoliberalismo no es importante. Por eso la necesidad de ponernos en el centro, porque aportamos a la red de la vida, tenemos mucho potencial que este sistema anula, aniquila y desvalida”.
Fotografía tomada de El Universal.

Para cambiar de rumbo: politizar la vida
Por fortuna, hay muchos colectivos tratando no sólo de entender, sino de practicar otras formas de relaciones que pongan al mercado capitalista en otro sitio, aunque muchas veces se olvidan que hay otras relaciones, como las de género y raza, que también es urgente modificar y forman parte de la matriz de dominación que nos rige. Estos esfuerzos que ya se están realizando en Latinoamérica y el mundo han inspirado a muchos estudiosos para entender que es urgente cambiar de rumbo.

La crisis que se vive es “multidimensional y profunda” y la respuesta de los gobiernos se centra en rescatar a las instituciones financieras mundiales, mantener los índices macroeconómicos, entre otras maniobras de las grandes corporaciones. Con estas acciones se ‘coloca a la vida al servicio de la acumulación de capital’. En una conversación con Tijax, Amaia, referente de la economía feminista, explica que es un reto pensar a la economía más allá de estos procesos, que es indispensable situar la vida como elemento organizador de las sociedades, no sólo para garantizar su reproducción sino para generar una vida vivible.

El meollo del asunto está en comprender cómo las relaciones de poder se reconstruyen mediante su funcionamiento y asumir una corresponsabilidad familiar y social en la producción y reproducción de la vida. En palabras de Gladis y a partir de sus vivencias: no se trata de que “ahora las mujeres vamos a producir, producir, producir y convertirnos en pequeñas empresarias […] sino que tiene que ver con un proyecto político que debe verse desde lo que nosotras podemos hacer y nos toca, y lo que le correspondería al Estado y a otras instituciones”.

La ‘sostenibilidad de la vida’ es entendida como “un circuito integrado producción-reproducción, trabajo remunerado-trabajo no remunerado, mercado-Estado-hogares; valorando en qué medida se generan condiciones para una vida que merezca ser vivida. En la medida en que la vida es vulnerable e interdependiente, no puede ser asumida en las esferas de valorización de capital, porque se basan en el ideal de la autosuficiencia y la omnipotencia”[3]. En palabras de Gladis, es preciso comprender que este sostenimiento de la vida requiere de la corresponsabilidad de todos (hombres y mujeres); así actúan los ecosistemas, con relaciones sensibles y profundas que sostienen la vida de manera interdependiente.

El cambio en parte es una cuestión de voluntad-es y de poner en marcha potencias individuales y colectivas. Todo ello requerirá, como dice Anselm Jappe, de reforestar nuestra imaginación, pero sobre todo, como dice Silvia Federici “no podemos construir una sociedad alternativa un movimiento fuerte capaz de reproducirse, si no redefinimos nuestra reproducción en términos más cooperativos y ponemos un punto final a la separación entre lo personal y lo político, entre el activismo político y la reproducción de nuestra vida cotidiana”[4].
Mural elaborado durante las actividades del CompArte, en el CIDECI San Cristóbal de Las Casas, julio 2016.



[1] Split (titulada Múltiple en España y Fragmentado en Hispanoamérica) es una película estadounidense de terror psicológico y suspenso estrenada en 2015, dirigida y escrita por M. Night Shyamalan y protagonizada por James McAvoy, Anya Taylor-Yoy, Jessica Sula, entre otros.[2] Pérez Orozco, Amaia. Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Traficantes de sueños, Madrid 2014. www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map40_subversion_feminista.pdf[3] Ídem, págs 34, 47, 52.[4] Federicci, Silvia. La revolución feminista inacabada. Mujeres, reproducción social y lucha por lo común. Escuela Calpulli. México, 2013. Pág. 163.

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